En los últimos 15 años, el tiempo que hace de la publicación del informe "To Err is Human", se ha avanzado mucho en proyectos que fomentan la seguridad de los pacientes, especialmente en programas como el incremento del lavado de manos, la identificación de pacientes, los cheklists quirúrgicos o los cambios de turno de enfermería, pero, en cambio, el proceso diagnóstico continúa siendo un asunto casi privativo del trabajo médico, a pesar de que se sabe que este es un terreno muy sensible para la seguridad de los pacientes. Este nuevo informe de National Academy of Medicine (antes Institute of Medicine), "Improving Diagnosis in Healthcare", es un documento sucesor de aquel primero, aunque específicamente centrado en los errores diagnósticos.
El informe define el error diagnóstico como el fracaso en obtener una explicación detallada, y a tiempo, de un problema de salud. Los expertos también han incluido en la definición la incapacidad por parte del médico de saber explicar el diagnóstico al paciente. Según el informe, los errores diagnósticos tendrían una incidencia en las consultas médicas del 5%, y serían responsables del 10% de las muertes, el 6-7% de los efectos adversos en los hospitales, además de la principal causa de litigios judiciales en el ámbito sanitario (las cifras corresponden a EEUU).
Siete recomendaciones para mejorar el proceso diagnóstico
En el capítulo 9 del documento, "The path to improve diagnosis and reduce diagnostic errors" (página 355) hay una lista de recomendaciones, de las que he extraído las siguientes:
1. Más comunicación entre médicos y pacientes. Convendría crear un clima en el cual los pacientes estuvieran informados y se sintieran cómodos durante el proceso diagnóstico, a pesar de las incomodidades y las preocupaciones que las esperas llevan implícitas. Los médicos deberían ser suficientemente empáticos como para saber mantener al paciente informado de cada paso que se da, incluso de los que no se dan, y por qué no se dan.
2. Trabajo en equipo más efectivo. Hace falta más colaboración entre clínicos y especialistas del ámbito del diagnóstico: patólogos, radiólogos, analistas, etc. Este mismo clima cooperativo debería existir también entre médicos de familia y especialistas en órganos y sistemas.
3. Más formación clínica básica. Presionados por la admiración popular por las pruebas diagnósticas, y especialmente por las imágenes, convendría que los médicos volvieran a los orígenes del razonamiento clínico (cultivando más el pensamiento bayesiano) y que tuvieran más confianza en la metodología clínica básica: antecedentes, problemas de salud y exploración (se sabe que hay exámenes físicos más predictivos que las mismas pruebas de imagen).
4. Saber enmarcar el uso de las TIC. Muchas de las apps y wereables no están validadas clínicamente y actúan como factor de distracción en la relación entre los médicos y los pacientes, especialmente en los procesos diagnósticos complejos. Esto no quiere decir que las TIC sean negativas, pero el informe admite que las TIC, en este campo, todavía tienen que encontrar su zona de confort.
5. Aprender de los casi-errores y los errores. Es necesario fomentar una actitud proclive a analizar los casi-errores y los errores como fuente de aprendizaje. Para ello habrá que superar la cultura dominante del miedo a las demandas judiciales y la poco edificante búsqueda de culpables.
6. Reorientar las direcciones por objetivos. Incentivar económicamente a los médicos para que escuchen más a los pacientes en la práctica clínica y para que colaboren más con los colegas durante los procesos diagnósticos.
7. Más investigación. Hay que investigar más sobre la frecuencia de los errores, sus circunstancias y cómo pueden ser evitados.
El video incide en la idea de que los médicos deberían prestar más atención a lo que les dicen los enfermos, porque, muchas veces, éstos tienen percepciones que pueden ser muy útiles para el razonamiento clínico. En el relato de Carolyn, o en la historia del hijo de Sue, se ve cómo la arrogancia de los médicos les impidió estar suficientemente atentos a las señales que emitían los pacientes. En el tercer caso, Jeff explica cómo, gracias a la comunicación efectiva entre especialistas, fue intervenido a tiempo de un aneurisma de aorta.
En resumen, para reducir errores diagnósticos, la receta tiene tres ingredientes fundamentales: a) escuchar más y mejor a los pacientes, b) cooperar más entre colegas, y c) fomentar la formación clínica básica. Aparte de esto, hay otros cuatro condimentos (enmarcar TIC, aprender de los errores, incentivar e investigar) que también deberían ayudar en la reducción de los errores diagnósticos.
Posted by Jordi Varela, editor
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