Según se mire, se podría pensar que los profesionales sanitarios construimos nuestra fortuna sobre la desgracia ajena. Tradicionalmente, de hecho, nos ocupamos de riesgo, de enfermedades y de su impacto negativo, más o menos catastrófico. Y, ante una población que envejece, nos concentramos sobre la multimorbilidad, la cronicidad, los síndromes geriátricos, la discapacidad y el final de vida.
El reciente informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS), titulado "World Report on Aging and Health" (Septiembre 2015), apuesta por un cambio de enfoque. El informe, que se posiciona como una referencia de las políticas sanitarias sobre envejecimiento, es largo y complejo, y aborda muchas dimensiones del envejecimiento, desde la prevención a las manifestaciones y consecuencias, hasta la necesidad de cuidados de larga estancia (no en el mero sentido de recurso, si no de necesidad continuada en el tiempo, no importa como se provea). Conviene leerlo (disponible también en castellano).
Uno de los aspectos sobre los que reflexionar, es que el informe, centrándose en un principio sobre envejecimiento saludable (definido como el "desarrollo y mantenimiento de capacidad funcional que permite el bienestar, en edad avanzada"), da la vuelta a nuestra visión de salud y envejecimiento, y adopta un paradigma sencillo, que se fundamenta sobre tres elementos:
La funcionalidad no es un concepto nuevo, sobre todo en geriatría y gerontología, pues la posibilidad de realización de las tareas y funciones que para un individuo tienen valor debería ser la guía de todas las actuaciones terapéuticas. Son más bien los otros dos conceptos los que, en términos semánticos, pueden ser "revolucionarios". El primero, la "capacidad intrínseca", es el potencial residual, en términos físicos y cognitivos de la persona. Tampoco suena extraño que sea importante, pero destacaría el concepto de "capacidad" como contrario de lo que habitualmente valoramos, la "discapacidad". El segundo, el "entorno", también es clave para mantener la funcionalidad, que acaba siendo la resultante de la interacción entre capacidad intrínseca y entorno. Pero demasiado a menudo es un elemento olvidado, tanto en la clínica (en nuestras consultas a duras penas nos limitamos a preguntar si el paciente tiene barreras arquitectónicas, por ejemplo), como en la búsqueda (encontrar estudios con alguna mínima valoración del entorno, que no sea alguna pregunta de ámbito social mínima como el "estado civil", es una rareza!).
Figura 1. Componentes del envejecimiento saludable según el "World Report on Aging and Health"
Hace pocos días tuve el placer de invitar a mi hospital a Susanne Iwarsson, ahora catedrática del Departamento de Medicina de la Universidad de Lund, Suecia, y terapeuta ocupacional de formación. Sus primeras dos diapositivas, parte de una vieja series de imágenes, hablaban de capacidad y entorno, y me sugirieron que podemos aprender mucho de las otras profesiones. De hecho, en los países nórdicos, donde los terapeutas ocupacionales juegan un rol fundamental en la atención a la persona mayor y, a menudo, por su experiencia en la solución práctica de problemas y en la organización, adquieren un papel de coordinación. Estas enseñanzas me recuerdan que también he ido aprendiendo de las trabajadoras sociales a ensanchar mi visión de autonomía de la persona, no sólo como falta de "dependencia" (tanto consolidada es nuestra visión negativa y asistencialista que incluso se nombró una ley con este término!), sino como capacidad de toma de decisiones en relación a los propios deseos de la persona.
Figura 2. Inversión y retorno de la inversión en les poblacions que envejecen según el “World Report on Aging and Health”.
El espíritu positivo hacia potenciar la capacidad intrínseca de la persona mayor recorre todo el informe de la OMS: desde la necesidad de prevención (que reenvía a la importancia de detectar la fragilidad para intervenir con pilares como ejercicio físico y nutrición), a la tensión rehabilitadora, que debería estar presente durante todos los cuidados de larga duración, hasta el imperativo de explotar al máximo el potencial de las personas mayores, como recurso en términos productivos y de valor añadido social. En algún post antiguo había hecho ya mención de ello.
Un último aspecto del documento, que considero clave, es el de "diversidad". El envejecimiento es un concepto demasiado amplio: como bien se subraya, personas de 60 años pueden tener el potencial psico-físico de una de 30, y otros de 50 años de una de 80. En otras palabras, el envejecimiento cronológico no se corresponde con el biológico. De ahí la necesidad de afinar y personalizar, para estimular al máximo la capacidad residual, rompiendo falsos mitos, aunque demasiado resistentes, sobre el envejecimiento. El deporte, como el arte, están llenos de ejemplos de envejecimiento saludable, diría "de éxito", y si fuera necesario aportar pruebas tangibles de los argumentos del informe que he comentado, estaré encantado de explicar casos destacados en el próximo post.
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