La Dra. Margaret McCartney en su libro "The Patient Paradox" dice que la consulta del médico de familia ya no es lo que era. Antes la gente iba al médico porque se encontraba mal, y ahora cada vez más van porque tienen miedo de estar enfermos y, debido a ello, el diagnóstico precoz y los factores de riesgo están ocupando mucho tiempo de las actividades clínicas. Los médicos, empujados por la idea del cuanto antes mejor, promueven cribados y piden pruebas, pero muy pocos entienden qué es el sobrediagnóstico o qué significa el valor predictivo positivo de un prueba.
En el otro extremo de la casuística, "The Commonwealt Fund" ha publicado una encuesta, llevada a cabo en 10 países, sobre el manejo de los pacientes con necesidades complejas. En el gráfico se ve como la mayoría de los países estudiados, excepto Holanda y Nueva Zelanda, están embarrancados con la coordinación de la provisión de servicios. Fíjense como, en la mayoría de los territorios, dos tercios o más de los médicos de familia no reciben ninguna notificación cuando un paciente suyo acude a urgencias ni cuando le dan el alta del hospital. Este es un indicador que muestra, de manera muy gráfica, que los sistemas evaluados están muy lejos de la deseada integración de servicios.
A pesar de la relevancia de ese estudio, lo más preocupante no son los aspectos organizativos, como los mostrados anteriormente, sino los formativos. Si nos concentramos en EEUU, país con una formación médica muy competitiva, se observa que casi un 25% de los médicos de familia dicen que no se sienten preparados para atender a los pacientes más complejos y más frágiles, especialmente en cuanto a la asunción del liderazgo clínico del equipo multidisciplinar imprescindible para elaborar planes individualizados. También resulta sorprendente que el 84% de los médicos de familia creen que no tienen la formación apropiada para tratar pacientes con demencias y con enfermedades mentales severas, información inquietante, si se tiene en cuenta que mucha de la prescripción de antipsicóticos y de antidepresivos recae en la atención primaria.
La medicina actual, y la medicina de familia en particular, requiere capacidad predictiva de las actividades clínicas, comprender y saber comunicar los riesgos inherentes a las decisiones diagnósticas y terapéuticas, escuchar a los pacientes y ajustar los procesos clínicos a la manera de ser de cada persona y, además, cuando aparece la complejidad, liderar y coordinar los recursos en base a un plan compartido entre los pacientes y los diferentes actores profesionales. Pienso, honradamente, como dicen encuestas y estudios diversos, que hace falta mucha más formación para preparar a los médicos para las exigencias de la medicina actual.
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