Cuando tenemos un problema de colapso, por ejemplo, en nuestros servicios de urgencias hospitalarios, la solución suele buscarse sólo dentro de casa, facilitando el ingreso de pacientes, incrementando capacidad (abrir camas), o bien mejorando el drenaje de salida disminuyendo las altas precoces (hospitalización a domicilio, unidades de media estancia...). Este es un esquema reduccionista a la hora de abordar el problema. Hay muchos factores que influyen y la verdad es que la solución de los problemas no son fáciles.
Ya hace unos años, en 1989, Nigel Mathers y Paul Hodgkin, escribieron un artículo en forma de cuento (The Gatekeeper and the Wizard: a fairy tale; British Medical Journal 1989; 298: 172-174). En este cuento explicaban el papel que juegan la atención primaria de salud o primer nivel asistencial y la atención hospitalaria (no me gusta hablar de atención especializada, porque la atención primaria también está especializada). Esta metáfora clásica, que aconsejo leer, coloca a dos de los niveles asistenciales complementándose, ya que los primeros son muy buenos atendiendo a la normalidad y haciendo la función de "portero" del sistema sanitario, y los segundos gestionan de forma poco eficiente la no patología por la necesidad de hacer muchas pruebas y llegar a la última "consecuencia", pero son los mejores cuando alguien está enfermo de verdad.
Como comentaba, la atención primaria se ha especializado. La atención primaria es capaz, no sólo de gestionar la normalidad, sino también síndromes y estados mórbidos prevalentes que no requieren alta tecnología. Volviendo al primer párrafo, si analizamos el perfil del enfermo que mayoritariamente consulta un servicio de urgencias hospitalario general, nos encontramos con una gran proporción de enfermos con perfil médico que el motivo de consulta son descompensaciones de insuficiencia cardiaca y EPOC, y en general enfermos crónicos complejas.
Con una mirada más amplia, una de las posibles soluciones a nuestras urgencias hospitalarias es destinar parte de los recursos utilizados para incrementar la actividad y resolver localmente los problemas en el ámbito hospitalario e incentivar que en la atención primaria mejore la gestión de estos síndromes tan prevalentes, con programas territoriales y con perfil transversales, teniendo al ciudadano como centro del sistema, y de esta manera podemos facilitar que al hospital llegue lo que debe llegar.
En este sentido, Mark J Harrison y colaboradores, analizaron el efecto del pago a la atención primaria del National Health Service inglés para mejorar la gestión ambulatoria de determinados procesos en la utilización de los servicios de urgencias hospitalarios. El análisis mostró que la introducción de un mayor sistema de incentivos para la atención primaria se asoció con una disminución de los ingresos urgentes para los procesos incentivados en comparación con los que no fueron incentivados.
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