El post del pasado lunes lo abría con la campaña "Too much medicine" del British Medical Journal y en éste quiero hablar de la iniciativa "Less is more" de "JAMA Internal Medicine" (antes "Archives") que comenzó en abril de 2010 con el fin de estar atentos a los efectos secundarios de pruebas diagnósticas y tratamientos de los que, de entrada, no se espera que aporten valor.
Para empezar, véase el contenido de una carta de una paciente publicada en esta sección:
Cuando una paciente elige de acuerdo con su propio criterio
Anna Petroni, una mujer de 77 años, que lleva más de 30 con esclerosis múltiple, ha escrito unas reflexiones que "JAMA Internal Medicine" ha publicado en la sección "Less is more". En ella, la paciente explica que para moverse por casa utiliza andadores y que va a comprar montada en cochecito eléctrico, pero su punto más débil han acabado siendo los pies, que debe cuidar mucho para evitar callosidades y abscesos. Un cirujano ortopédico le aconsejó que si se avenía a una intervención para estirar el tendón de Aquiles, sus problemas se reducirían. De entrada ella era contraria porque sabía que la inactividad propia del periodo postoperatorio le podía provocar endurecimiento de las piernas, y además tenía mala circulación y esto podía acarrear complicaciones. Tampoco era un asunto menor sufrir de insuficiencia mitral, arritmias e hipertensión.
Con estas tribulaciones, la señora Petroni accedió a volver a la visita del cirujano donde supo que para cada uno de los tobillos (las operaciones se harían por separado) debería estar ingresada tres días, afrontar dos semanas de rehabilitación y llevar un calzado especial durante seis semanas. También fue advertida de que, debido a la artritis, convendría programar el recambio de las dos rodillas, si quería evitar tener que depender pronto del cochecito eléctrico en todo momento. Después de 15 radiografías, el cirujano envió la paciente a recepción para programar la primera de las intervenciones, pero una vez allí la señora Petroni le dijo a la recepcionista que lo tenía que pensar. "Estaba tan sorprendida" afirma en el escrito "El cirujano ortopedista me dijo que tenía que pasar por cuatro procedimientos quirúrgicos, pero no me pidió mi historia clínica cardíaca, ni me preguntó cómo me sentía. Aquel médico sólo tenía en su cabeza la revisión de mis tendones.
Alrededor de un mes más tarde, la señora Petroni recibió una llamada de la recepcionista, pero ella le respondió que había decidido no seguir adelante con aquello. "Cuando sienta que ya no puedo más quizás lo reconsidere, hasta entonces viviré con la poca movilidad que me queda".
La sobriedad de la medicina versus los recortes
El Doctor Jon Tilburt, internista e investigador en ética biomédica de la Clínica Mayo, y la Doctora Christine Cassel, presidenta de ABIM Foundation (véase el video de presentación de la campaña "Choosing Wisely") en un artículo publicado en JAMA, se esfuerzan en diferenciar entre la ética de "no hay presupuesto y por tanto no le puedo pedir la prueba" y la de "esta prueba no le conviene, no nos aportará nada nuevo a lo que ya sabemos, y además la prueba, en sí misma, tiene riesgos que no compensan los beneficios que esperamos". Según los autores, como que ahora mismo las dos éticas se encuentran compitiendo en el mismo escenario, se debería hacer un esfuerzo desde la óptica profesional para explicarse mejor.
La medicina sobria ("parsimonious medicine" le dicen en inglés) promueve empezar las actuaciones clínicas por las pruebas y los tratamientos básicos, calibrando la intensidad del proceso con la complejidad que adquiere la enfermedad y con la manera de verlo que tiene el paciente. La receta es sencilla: razonamiento clínico, diagnóstico diferencial, preguntarse qué aportará cada prueba que se quiere pedir, usar el tiempo como un aliado, tolerar y compartir las incertidumbres del propio proceso y aligerar los miedos del paciente con la fuerza de la confianza.
La persuasión basada en la evidencia. Un imperativo ético
También en JAMA se ha publicado otro artículo escrito por dos autores del Instituto de Ética Biomédica de la Universidad de Basilea en Suiza. En este contexto de introducir sensatez en las actividades clínicas desde el profesionalismo, el escrito propone el uso de la persuasión como un instrumento esencial, y lo concentran en los siguientes 6 puntos:
- Combatir prejuicios de los enfermos
- Informar de manera honesta sobre evidencias, mejoras y riesgos
- Ofrecer opinión personal si es requerida
- Preferir los razonamientos a las emociones
- Evitar crear nuevos prejuicios
- Ser sensible a las preferencias de los pacientes
Esta parece una receta muy obvia, como a menudo lo son las cosas auténticas, y muchos dirán, pero si eso es lo que hago siempre en la consulta, pero sean sinceros: ¿están seguros?
Discusión
Las restricciones presupuestarias han venido para quedarse, o al menos para pasar una temporada larga entre nosotros. Por este motivo, la reflexión que propongo después de haber presentado las campañas "Too much medicine" del BMJ y "Less is more" de JAMA, es que si, desde el profesionalismo, combatimos el derroche con criterio clínico, quizás conseguiremos ceñirnos al presupuesto sin afectar la calidad asistencial, o incluso mejorándola.
Bibliografía
Tilburt J, Cassel C. Why the Ethics of Parsimonious Medicine is not the Ethics of Rationing. JAMA February 27, 2013; 309(8):773-4.
Shaw D, Elger B. Evidence-Based Persuasion. JAMA April 24, 2013; 309(16):1689-90.
Para el próximo lunes, 24 de junio, estoy preparando un post sobre la "Medicina Mínimamente Disruptiva", una variante del "Menos es Más" para los pacientes crónicos complejos.
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