Cuando hablamos de excelencia en la atención sanitaria podemos estar haciéndolo desde la asistencia que cada profesional brinda a sus pacientes hasta la perspectiva de las organizaciones territoriales donde trabajan. La actividad profesional sanitaria es extremadamente compleja y ser competente es realmente una labor titánica. Si tenemos en cuenta que además lo hemos de ser a lo largo de toda una vida profesional con un conocimiento cada vez más mutante y donde la lucha por generar evidencia y gestionar con eficiencia va en la dirección de una sociedad más informada, diversa y exigente, da hasta vértigo.
En el encuentro de un médico con un paciente se produce un choque
de trayectorias, de constructos, o sea, la suma de experiencias de nuestro
pasado individual y colectivo que nos hacen ser quien somos y como somos tanto
a los médicos como a los pacientes. La enorme asimetría que puede haber de
experiencias, conocimientos y expectativas de estos dos actores, hace que el
encaje parezca, a priori, improbable. Requiere de determinadas competencias
para que el encuentro vaya hilvanándose para construir un entorno de confianza
donde ambos confluyan.