viernes, 10 de febrero de 2017

La formación de los médicos y los valores



El funcionamiento de las organizaciones sanitarias es complejo, más allá de las estructuras arquitectónicas, medios tecnológicos, sistemas de información y personas físicas requiere del conocimiento de los procesos, de sus limitaciones y  de cómo favorecer su activación para que incidan sobre los pacientes de manera favorable. Durante el año muchos profesionales tenemos el privilegio y la responsabilidad de ver pasar a numerosos estudiantes de medicina y residentes en formación, que de manera rutinaria vienen a aprender en nuestra compañía atendiendo al plan formativo diseñado por la facultad de medicina de turno o la comisión nacional de la especialidad que se tercie.

En más de una ocasión, me he visto repitiendo como un mantra a los alumnos y residentes, que ellos no vienen a aprender medicina conmigo, sino para aprender a hacer de médico. Todos somos extremadamente conscientes de la importancia del buen aprendizaje de los futuros profesionales. Pero para tener profesionales competentes, es preciso que además de conocimientos, adquieran habilidades y actitudes. El conocimiento y las habilidades se adquieren estudiando y repitiendo procedimientos que antes hemos visto hacer a otros y se va adquiriendo destreza en su ejecución. El aprendizaje de la actitud parte de los valores de los aprendices y se va conformando de manera informal, por imitación de conductas, por comentarios, pero, pese a su enorme importancia, no es un objetivo específico ni explicito de la formación, queda como el denominado curriculum oculto.


En una monografía del Institut d’Estudis de la Salut “El Procés de Socialització del Personal Mèdic Intern Resident”, coordinada por la Profesora Marga Sánchez-Candamio, se pone el foco en el proceso de construcción del “conocimiento”. El estudio, basado en una metodología cualitativa, intenta  abordar el proceso de convertirse en médico, más allá de lo que implica la adquisición de conocimientos teóricos y técnicos, que podría darse en un aula. En el entorno de las instituciones sanitarias se produce la socialización de los MIR, a través de una “rutinización” de unas conductas y una reafirmación permanente en la interacción de los individuos.

El repertorio de conocimiento, como lo definen en el apartado de resultados de la monografía, […es una acumulación selectiva de conocimientos que presentan el mundo de forma integrada, y transmiten las objetivaciones del orden institucional a la nueva generación de MIR. Éste repertorio de conocimiento se transmite de generación en generación y está a disposición de cada individuo en su actividad diaria, inscrito en conversaciones y en los modelos de acción preestablecidos a la que los MIR se añaden].

En este aprendizaje informal, se adquieren herramientas tan potentes como razonamientos de acción preestablecidos, modelos de interacción, lenguaje propio y común, elementos cognitivos y normativos que legitiman la práctica profesional como válida y dentro del orden institucional. Todo ello, naturalmente, bajo el potente influjo de la necesidad de “pertenecer” al grupo en un acto de socialización de unos MIR jóvenes y que hasta el momento solo habían lidiado con libros y exámenes, y viven la fascinación de, finalmente, haber llegado a donde pretendían, el inicio de su deseada vida profesional. Se desglosan además, en la monografía, los laberintos por los que han de surcar los MIR para evitar implicarse en los problemas internos de los servicios que les perjudiquen, los enfrentamientos entre profesionales y buscar las mejores oportunidades formativas y futuro laboral, etc.

En este blog se exponen y analizan las debilidades y carencias del sistema sanitario frente al nuevo paradigma de paciente, tanto por su complejidad para afrontarlo desde las organizaciones sanitarias como por el empoderamiento de éste entre otros. En el reciente tercer congreso de la profesión médica, celebrado el 10 de Noviembre del 2016 en Girona, en las ponencias sobre Liderazgo, el Dr. Antoni Trilla, remarcaba que hay que introducir en el currículum de medicina la formación en comunicación, gestión, trabajo en equipo, valores, conocimientos humanísticos, aspectos jurídicos, deontológicos y éticos. Queda claro, pues, que hacer funcionar el sistema sanitario a través de las instituciones sanitarias y guiadas por sus profesionales, es una prioridad. Pero esta prioridad se debería reflejar, no tanto en la adquisición de conocimientos ni habilidades técnicas, sino precisamente en la actitud y en los valores.

Como he expuesto, de la monografía del IES, sabemos que los MIR aprenden valores y actitudes, pero lo hacen por osmosis y por instinto de supervivencia. Se les presenta un sistema que ya funciona, un sistema que en realidad todos convenimos que requiere cambios para adaptarse a las nuevas realidades, tanto en términos de eficiencia como en el que se refiere al perfil de pacientes que atendemos, pero que en lo cotidiano nos comportamos como si el sistema siempre fuera a seguir igual. El entorno, los profesionales, hemos de vivir con consciencia de que el ambiente en que se produce el aprendizaje de los profesionales del futuro, es lo que se aprenderá finalmente. Al respecto, nos han de preocupar algunos aspectos de la situación que vive nuestro sistema sanitario como son, por un lado, la precarización de los contratos, con la consiguiente inestabilidad de las plantillas de los equipos, sobretodo provocando una ruptura en la cadena de transmisión de los valores, conocimientos y experiencia que atesora cada uno de los profesionales que se pierde en el sistema y no se ha realizado un plan para su relevo.

Por otro lado, los que estamos haciendo funcional el sistema, los profesionales, estamos expuestos a un desgaste brutal, y esto también se transmite en la actitud diaria que podemos tener con nuestro entorno. Al final se está creando un ambiente formativo en el que hay una buena dosis de frustración y descapitalizado de valores y conocimientos para transmitir a los profesionales del futuro. Urge adaptar los modelos asistenciales, contractuales e institucionales, con el fin de generar, no solo una atención de calidad y excelente a las personas que atendemos, sino para cuidar a los profesionales,  permitir que afloren sus mejores valores, para que no queden yugulados por una realidad que se hace intolerable.

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