La hospitalización de las personas frágiles es una situación que hay que evitar, pero no siempre se puede. La aparición repentina de un ictus, un infarto, una fractura de fémur o una retención urinaria, son algunas de las muchas eventualidades que hacen que Rogelio, que vive solo, con un ligero apoyo de la hija y de una asistente, se vea dentro de una ambulancia y acabe en un pasillo de las urgencias del hospital más cercano, donde pasará, con certeza, un par de semanas con catéteres y sondas que le limitarán la movilidad, le someterán a pruebas diagnósticas con ayunos forzados que le desnutriran y se verá envuelto en un entorno poco amable, con cambios constantes de interlocutores, con interferencias nocturnas que le trastornaran los ritmos circadianos y lo harán más vulnerable a sufrir delirios y caídas, sin olvidar el elevado riesgo de ulcerarse o de infectarse. Si Rogelio supera la situación clínica que motivó el ingreso, volverá a casa más débil y más dependiente.
Dos metanálisis (Graham Ellis 2011 y Juan Baztán 2011) avisan de que las Unidades de Geriatría de Agudos (UGA) aportan muchos beneficios a las personas frágiles cuando deben ingresar. Por otra parte, un nuevo estudio liderado por Harlan Krumholz ratifica que la calidad organizativa de los hospitales puede reducir, por sí misma, la necesidad de reingresos, de manera independiente de las circunstancias personales de cada paciente. Según estos trabajos, las UGA disminuyen las probabilidades de deterioro funcional, aumentan la probabilidad de regreso al domicilio, mejoran la supervivencia y además bajan costes. Como dice Ethan Cumbler, director de la UGA del Hospital Universitario de Colorado, "Si fueras una persona mayor y frágil y te dijeran que existe un fármaco que aumenta en un 22% tus probabilidades de volver a casa después de una hospitalización, ¿dejarías que te ingresaran en un hospital que no dispone de este producto?"
Intrigado por esta afirmación, pedí al grupo "Geriatría Basada en la Evidencia" si tenían datos (evidentemente no oficiales) sobre las UGA en España y la respuesta que obtuve fue que tienen detectadas 38, lo que representa que solo un 11% de los hospitales públicos han desarrollado este recurso, con una distribución territorial muy desigual, ya que Catalunya y Madrid aportan 24 de ellas, por lo que se deduce fácilmente que hay muchas comunidades autónomas que aún no han adquirido este producto tan beneficioso para las personas mayores cuando tienen que ingresar.
Una similitud histórica
A mitad del siglo pasado, los hospitales se vieron empujados a montar unidades de críticos con la aparición de los ventiladores. Los administradores de la época observaron que era más eficiente formar a grupos selectos de enfermeras en su manejo, que no distribuir los pacientes con respirador por las plantas. Ahora, las UGA, como elemento disruptivo, se basan en algo muy poco tecnológico: evaluación integral, trabajo en equipo y plan individualizado. Quizás es por ello que, a pesar de la fuerza de la evidencia que las sustenta, las UGA no consiguen romper las resistencias de las fragmentaciones internas de los hospitales.
Volviendo a las palabras de Cumbler, si las UGA fueran un nuevo fármaco costosísimo veríamos debates parlamentarios y portadas de periódicos exigiendo su compra, pero el asunto es quizás demasiado sencillo: se trata sólo de juntar equipos con vocación y capacitación y poner a su alcance recursos y confianza. La evidencia dice que, a pesar del silencio mediático, no hacerlo es una grave irresponsabilidad.
Jordi Varela
Editor
Una reflexión muy interesante y oportuna. Gracias Jordi.
ResponderEliminarSin duda este aspecto precisa de un avance en los modelos de atención a las personas en los hospitales.
No solo desde la perspectiva de las unidades de atención monográfica, como es el caso del modelo norteamericano ACE (Acute Care for Elders) que ha demostrado un beneficio en la atención de los ancianos. Quizá sea relevante tomar conciencia de la necesidad de implementar programas hospitalarios de atención a la fragilidad en todos sus ámbitos (urgencias, unidades de intensivos, unidades quirúrgicas y médicas.)
Para ello se antoja necesario operativizar definiciones que identifiquen a las personas que puedan beneficiarse de un cambio de estrategia. Además esta atención debería ser multidimensional y multidisciplinar, de perfil transversal, e incorporar a dietistas, nutricionistas, rehabilitadores, trabajadores sociales, enfermeras, geriatras/internistas, farmacéuticos, etc, etc, y que luego se coordine, al alta hospitalaria con el equipo de Atención Primaria.
NHS inglés, ha desarrollado recientemente una sugerente revisión http://bit.ly/2G6rXk7 sobre la atención integral a los ancianos con fragilidad en los hospitales. El documento insiste en la importancia de la valoración integral, la planificación del alta hospitalaria y el conocimiento de algunos síntomas asociados a la hospitalización del paciente frágil como el delirium, las caídas, la inmovilidad, la incontinencia y los propios efectos adversos de la medicación.
Incorporar a los cuidadores y familiares de los pacientes, e implicarles en los cuidados durante la hospitalización, también podría resolver, ofreciendo algunas pistas, parte de la dificultad en la atención de este perfil de personas.
Gracias de nuevo por el post. Un saludo.
Nacho Vallejo.
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