El grupo musical Els Amics de les Arts refiriéndose a Shakespeare en su canción “Apunto Shakespeare” dice: “¿Cómo puede ser? ¿Cómo lo hace? ¿Cómo un verso que lleva escrito 400 años puede estar hablando claramente de mi? ¿Quién lo sabe hacer? ¿Es humano? ¿Quién tiene el don?” En sanidad, los autores y los artículos clásicos también hace tiempo que nos inspiran sobre la necesidad de cambio y de cómo abordarlo.
Como citaba en mi anterior post, Michael Hammer y James Champy planteaban, alrededor de 1980, la reingeniería de procesos en las organizaciones porque “Estamos entrando en el siglo XXI con compañías diseñadas en el siglo XIX para trabajar en el siglo XX; necesitamos algo enteramente distinto”.
Estos autores introducen conceptos totalmente aplicables a nuestro sistema sanitario. El diagnóstico es sencillo y compartido: tenemos un sistema diseñado hace décadas, fragmentado, más orientado a resolver los procesos agudos que la cronicidad, y en el cual los sistemas de información son un resultado de esta fragmentación organizativa, y ayudan poco.
Conocido el diagnóstico, pasemos al tratamiento, y aquí ya no todo es tan sencillo ni compartido por todos.
La atención integral que busca la coordinación efectiva entre las instituciones y sus profesionales en un determinado territorio o ámbito poblacional es, desde mi punto de vista, la correcta aproximación. Sin embargo, cuando avanzamos en este concepto solemos caer en soluciones fáciles y en simplificaciones del problema. Por ejemplo, en el diseño e implementación de programas estructurados alrededor de grupos de pacientes, estratificamos y distribuimos entre la atención primaria y la atención hospitalaria y, de alguna manera, volvemos a fragmentar buscando soluciones cómodas para las instituciones y sus profesionales.
¿Podemos dar un paso más allá y no sólo distribuir los procesos o grupos de pacientes entre la atención primaria, la atención hospitalaria y la atención sociosanitaria? Se plantea la necesidad de transformar los hospitales, pero ¿y la atención primaria? ¿La solución podría consistir en crear un espacio compartido mezclando profesionales organizados en función de necesidades asistenciales comunes?
Pensando en cómo construir este espacio compartido, resulta muy interesante el planteamiento de las Unidades de Práctica Integrada (IPU) de Michael Porter y Thomas Lee en el artículo “The Strategy That Will Fix Health Care” publicado en la revista Harvard Business Review en Octubre de 2013 y que presentaba Jordi Varela en su post “Unidades de gestión clínica: ¿para hacer qué?.
Los autores definen las IPU como equipos formados por personal asistencial y no asistencial que cubren el proceso clínico completo de un grupo de pacientes, tratando la enfermedad y las condiciones, complicaciones y circunstancias que suelen acompañarla.
¿Cómo podemos definir los diferentes grupos de pacientes cubiertos por una IPU? Plantear las IPU alrededor de enfermedades concretas podría significar una transformación organizativa muy compleja desde el punto de vista de la atención primaria o sociosanitaria. El concepto de paciente crónico complejo tampoco parece una buena aproximación cuando pensamos en una IPU.
El artículo publicado por el British Medical Journal en Abril de 2005 titulado “Illness trajectories and palliative care” plantea tres trayectorias clínicas diferenciadas como son el cáncer, el fallo de un órgano (insuficiencia cardiaca, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, insuficiencia renal, etc.) y la fragilidad ligada a la vejez y en muchos casos demencia. Describe evoluciones diferenciadas en los tres tipos de trayectorias y necesidades asistenciales y paraasistenciales diferentes. Desde mi punto de vista, estos tres grupos podrían servir de base para la transformación y creación de un espacio organizativo que rompa las actuales barreras entre la atención primaria, hospitalaria y sociosanitaria y mezcle médicos de familia, internistas, distintos especialistas, enfermeras generalistas, enfermeras de práctica avanzada, farmacéuticos y trabajadores sociales. Quizás habría que pensar en algunos grupos más como la patología del aparato locomotor y los trastornos mentales y en desarrollar subgrupos a partir de estos grandes grupos en base a patologías para encajar esta reorganización también con las enfermedades agudas y con la organización hospitalaria y los especialistas que la componen.
Los clásicos, autores y artículos, nos apuntan hacia un cambio radical. No lo alcanzaremos en poco tiempo pero tenemos que visualizarlo pronto y a partir de aquí empezar a caminar de manera práctica, con ejemplos concretos y posibilistas, y sobretodo evitar medidas que puedan ir en sentido contrario y fragmentar aún más el sistema sanitario.
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