La salud de nuestros pacientes y de la sociedad en general depende de múltiples determinantes, no solo de carácter sanitario, sino social, geográfico, ambiental o educativo. Aquí nos centramos en la actividad que desarrollamos en las organizaciones sanitarias, en cómo hacer que sean eficientes, centradas en el paciente, que generen valor y que no provoquen más daño que los propios procesos morbosos. También nos fijamos en que el profesional utilice procedimientos basados en la mejor evidencia disponible y que sepa trabajar en un entorno de gran complejidad, con diversos niveles asistenciales, pluripatología y un conocimiento deslocalizado en distintos profesionales y estructuras, que requiere un conocimiento de las organizaciones y cómo movilizar los recursos para cada caso. Es necesario que estemos muy centrados y focalizados en nuestras tareas para no cometer ningún error y perjudicar a nuestro paciente.
Pero ¿qué pasa cuando el enfermo es el médico? Y no me refiero al doctor MacKee (William Hurt), que descubre que sufre de un cáncer de laringe y vive una transformación a través de su tránsito como paciente. Hablamos del médico enfermo con un trastorno psiquiátrico o adictivo. En 2014, The Guardian publicaba un reportaje impactante (“Why Doctors hide their own illness”) en el que explicaba las diferentes realidades de varios médicos, un anestesista con un trastorno de dependencia de sustancias, una psiquiatra bipolar, un pediatra con crisis de ansiedad. El artículo relata a la perfección los miedos y motivos por los que médicos muy competentes, algunos al inicio de su carrera y otros en la cúspide, no ven la manera de buscar ayuda. Algunos con final dramático, como el caso de Daksha, que acaba suicidándose y matando a su hija de meses, y otros que encuentran una salida, se recuperan y siguen su vida profesional. El artículo viene a presentar el PHP (NHS Practitioner Health Programme), un servicio de atención médica para médicos creado en 2008. Otro interesante artículo en Statnews (“Doctors fear mental health disclosure could jeopardize their licenses”) nos expone el conflicto que surge cuando un médico —dependiendo del estado de los Estados Unidos en el que esté registrado— declara al órgano regulador estatal que sufre un trastorno mental. Partiendo de una publicación en la Mayo Proceedings en octubre 2017, se plantea si las preguntas de la solicitud de la licencia médica estatal (MLAQ) sobre salud mental están relacionadas con el temor que tienen los médicos de buscar ayuda para un problema de salud mental a causa de las repercusiones que esto puede tener en su licencia médica.
En nuestro medio sabemos, gracias a varios estudios de la Fundación Galatea, que un 21,1 % de las doctoras y un 16,1 % de los doctores se encuentran en situación de malestar psicológico, unos índices por encima de la media poblacional si se comparan con segmentos similares de la población en la Encuesta de Salud de Cataluña (ESCA), y también sabemos que ese malestar psicológico se detecta ya durante la carrera de Medicina y empeora durante la residencia.
En 2003 en la Clínica de La Concepción de Madrid una residente presentó un brote psicótico con agresividad, causó la muerte de dos personas e hirió a varias. Se trata de un caso extremo, del que, en realidad, más que la patología y las manifestaciones de carácter sensacionalista, cabe destacar que desde hacía ya un tiempo se le había detectado una conducta extraña, pero las medidas para encarrilar una ayuda eficaz a una compañera que estaba claramente enferma no fueron efectivas.
La mayoría de los casos de médicos con enfermedad mental no son de este calibre, se trata de colegas que pueden enfermar, con cambios de comportamiento y de humor o que, en el contexto de estrés profesional y laboral, caen en el consumo y abuso de sustancias como las benzodiazepinas, los opiáceos o el alcohol, entre otros. Pero lo nuclear es cómo afecta eso a su ejercicio profesional, su pericia y las consecuencias para sus pacientes. Por otro lado, nos preocupa cómo pueden recibir ayuda.
El abordaje de los problemas de salud mental de los médicos no es fácil y siempre hay dudas acerca del mejor modelo que seguir y cómo actuar cuando un médico está enfermo. Los motivos por los que los médicos no acudimos en busca de ayuda son varios, como el miedo al desprestigio, el sentido del deber (el presentismo) y, el más preocupante, la falta de conciencia de enfermedad.
En 2015 publicamos un artículo al respecto, “Cómo actuar ante un médico con un trastorno psíquico que condiciona su actividad profesional”. La actuación ha de conseguir que un médico que sospechamos que puede estar enfermo y que puede poner en riesgo a sus pacientes reciba la ayuda necesaria y pueda mantenerse en activo.
Precisamente con ese objetivo hace veinte años los doctores Padrós y Casas, junto con otros colaboradores, crearon en el Colegio de Médicos de Barcelona el PAIMM (Programa de Atenció Integral al Metge Malalt), exportado posteriormente al resto de España como PAIME. Actualmente acumula más de dos mil quinientos casos de experiencia. El programa ha permitido que muchos médicos encuentren un recurso asistencial al que acudir y, por otro lado, el Colegio de Médicos ha podido cumplir con su función de garante de la buena práctica, ayudando a los médicos que debido a una patología pudieran ejercer sin pericia o juicio clínico sobre la población.
El PAIMM está gestionado desde la Fundación Galatea en Cataluña, que progresivamente ha incorporado al resto de los profesionales sanitarios como farmacéuticos, enfermeras, veterinarios y, más recientemente, fisioterapeutas y trabajadores sociales, con sus respectivos programas asistenciales en el territorio catalán. El PAIMM y sus equivalentes son gratuitos, confidenciales y se trabaja bajo una identidad protegida. Todo ello ha conseguido que actualmente más del 90 % de los casos accedan de manera voluntaria. La gran mayoría de los casos tienen una buena respuesta clínica y no precisan más que seguir el programa asistencial para seguir ejerciendo. En casos concretos el Colegio de Médicos impone unas condiciones de supervisión para poder seguir ejerciendo. Si la situación es lo suficientemente grave, el médico puede ser requerido a apartarse del ejercicio temporalmente. Solo en los casos en los que, pese al tratamiento o debido a la gravedad de la patología, no sea posible una rehabilitación que permita el ejercicio se debe acompañar a la incapacidad.
Ejercer en un entorno más seguro, con mejores condiciones laborales y, sobre todo, que nos permita gestionar correctamente los procesos asistenciales que generen valor para los ciudadanos, sin duda que contribuirá a reducir los índices de insatisfacción profesional, el estrés y el tan temido síndrome de desgaste profesional. Pero la enfermedad mental y las adicciones seguirán estando y se deben abordar con programas asistenciales y responsabilidad, la misma que demuestran los profesionales que han confiado en el PAIMM y actualmente pueden seguir cuidando de sus pacientes.
Los dejo con una secuencia cinematográfica protagonizada por un actor argentino, Diego Peretti, que descubrió su pasión por el teatro durante la residencia de Psiquiatría y ha cosechado varios éxitos cinematográficos. No sos vos, soy yo es una comedia en la que interpreta a un cirujano abandonado por su mujer y sumido en una crisis emocional intensa y las consecuencias que ello tiene.
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