La práctica clínica vive en un castillo, como si el mundo de ahí fuera no existiera, al fin y al cabo, un código infarto o un implante valvular aórtico transcatéter (TAVI) son procesos tipificados. Poco a poco, sin embargo, los clínicos han tenido que ir aceptando la tozudez de la realidad: lo que pasa fuera del consultorio influye, y de qué manera, en la manera de enfermar de las personas. Por este motivo, algunos de los determinantes de la salud, como el estilo de vida, los hábitos tóxicos y los riesgos laborales se han incorporado a la anamnesis, aunque con más discreción de lo que sería necesario. Otros, sin embargo, como los hábitos sexuales y la calidad del sueño, a pesar de tener una vertiente fisiológica, les está costando más entrar a formar parte de la información clínica habitual, como si, desde su aparente objetividad, los médicos y las enfermeras tuvieran vergüenza, o pereza, de curiosear qué pasa en las alcobas de sus pacientes. Mientras que los condicionantes sociales, económicos y ambientales, curiosamente los que tienen el impacto más fuerte sobre la vida y la muerte de las colectividades, sencillamente no tienen lugar en el consultorio.
Uno de los determinantes de este último grupo, la soledad, ha sido objeto de estudio por parte de un grupo de investigadores del Departamento de Psicología de la Brigham Young University, los cuales han publicado un meta-análisis, "Loneliness and Social Isolation as Risk Factors for Mortality: A Meta-Analytic Review", elaborado a partir de 70 trabajos, que concluye que las personas que viven solas tienen un riesgo de morir un 32% superior, las que sufren exclusión social un 29% y las que dicen que la soledad les preocupa, un 26%. Los tres criterios no tienen por qué ir ligados. De hecho, hay personas que desean vivir solas y otras a las que no les gusta demasiado la vida social, y no por ello sufren soledad. Pero la realidad, especialmente la de las personas mayores, es que este triángulo circunstancial es muy frecuente y, como dicen estos investigadores, suele ser mortífero.
Los resultados de esta investigación no deberían sorprender a los médicos de familia ni a las enfermeras de atención primaria que saben perfectamente que la gente mayor que vive sola, que no tiene cuidador o que está socialmente aislada, va muy a menudo a la consulta, necesitada de pastillas y de afecto. Muchos de estos pacientes sufren tristeza, depresión o ansiedad, lo que empeora su nivel cognitivo, y los trabajadores sociales se desviven por poner un poco de orden y de sentido a su vida cotidiana, hasta que una ambulancia les acaba llevando urgencias. Entonces se convierten en un auténtico quebradero de cabeza para el sistema sanitario, especialmente porque bloquean camas, ya que no hay manera de volver a unos domicilios donde hace frío, del de verdad.
Según un informe del Ayuntamiento de Barcelona (con datos 2016), en el global de la ciudad, un 25,6% de las personas mayores de 64 años viven solas. Alertado, me he propuesto una investigación rápida (telèfono y amigos) y lo que he recogido es que en una ABS ubicada en uno de los barrios en los que la cifra de ancianos solitarios supera el 30%, solo se informa de este dato en un 11% de las personas visitadas (en este caso el corte es de mayores de 79 años, lo que hace pensar que la diferencia, a igualdad de corte, sería aun más profunda), mientras que en uno de los hospitales de la ciudad, la cifra del código "vive solo/a" en mayores ingresados no llega al 6%.
La soledad es un problema enorme para la gente mayor, y no sólo porque mata, sino porque da mala vida. Es hora de que los clínicos abran las puertas del castillo y sean capaces de colaborar con los que trabajan en la comunidad, la única manera posible de conseguir que los diagnósticos y las propuestas terapéuticas tengan un sentido real para la calidad de vida de las personas vulnerables, pero la intuición y los datos dicen que la fortaleza continúa aislada.
Jordi Varela
Editor
Muy oportuno el post, y acertado en su elaboración.
ResponderEliminarEn CIE 9 me ofrece el V62.9 Circunstancia psicosocial no especificada, en CIE 10 nada.
Entiéndaseme la intención, o ironía, de la frase anterior; de todos modos no albergo esperanzas de que los médicos nos demos cuenta del fondo de la cuestión.
La realidad de la soledad y de otras circunstancias sociales y humanas siempre existe. Pero la falta de tiempo o los tiempos cortos de la consulta en los sistemas de salud hacen casi imposible que los médicos de primer contacto y segundo contacto cambiemos nuestra rutina de atención.Desgraciadamente!
ResponderEliminarPoco tiempo para consultar,poco interés en la realidad humana del anciano!
ResponderEliminarA veces sólo es necesario darse cuenta de el paciente hsopitalizado que no tiene compañía durante los pases de visita ni tampoco nadie viene a interesarse posteriormente al despacho de médicos por él...hay que pararse en esos pequeños detalles que nos servirán para descifrar el estado basal real de cada paciente y comprobar que probablemente sean reincidente en poco periodo de tiempo en nuestra Unidad al irse de alta.
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