Elon Musk es uno de los emprendedores de moda y seguramente el más controvertido del momento. Está al frente de Tesla, SpaceX y SolarCity, tres empresas jóvenes, ambiciosas y dinámicas que muestran hasta donde está dispuesto a llegar para cambiar el mundo mediante internet, las energías renovables y la carrera espacial a Marte.
Este verano ha ocupado titulares por distintos motivos. Primero, proponiendo soluciones técnicas para rescatar a los niños atrapados en Tailandia y acabar insultando a su monitor. Segundo, y probablemente el más sonado, con el anuncio vía tweet de privatizar Tesla por 420 dólares. En el contexto financiero y bursátil americano, privatizar una empresa que cotiza en bolsa significa recomprar todas sus acciones. La acción reaccionó con fuerza y también lo hizo el consejo de administración que ha acabado con su cargo. Poco después, Musk volvía a anunciar problemas en la producción del Modelo 3 y quiso asegurar al mercado que lo está dando todo al dar a conocer su extenuante jornada de trabajo: 120 horas semanales. Para rematarlo, en una entrevista de radio aceptó fumar marihuana en directo. Nadie puede negar que pase desapercibido por tímido que parezca.
Am considering taking Tesla private at $420. Funding secured.— Elon Musk (@elonmusk) 7 de agosto de 2018
En su biografía autorizada Elon Musk: el empresario que anticipa el futuro (Ediciones Península, 2016), el periodista especializado en tecnología Ashlee Vance recorre su vida y nos ofrece las razones de su éxito y los rasgos más significativos de su personalidad. Los líderes de empresas punteras acostumbran a convertirse en aplicaciones prácticas de la nueva gestión. Con el empeño de escrutarlo, empecé su lectura tratando de encontrar qué podemos aprender en clave positiva de sus éxitos y fracasos. A continuación os ofrezco un resumen de la gestión según Musk condensado en seis lecciones:
- Producir internamente todo lo que se pueda en vez de externalizarlo. Así no se depende tanto de proveedores externos, lo que Musk ve como una debilidad. Además, la producción interna permite desarrollar más rápido, a menor coste y retener el conocimiento generado.
- Tomar decisiones rápidas independientemente de su magnitud. Eso sólo es posible si se tiene una visión clara a largo plazo, se conoce en profundidad la materia y se es fuertemente consciente de la caducidad del tiempo.
- Estructurar las organizaciones de la forma más plana y flexible posible para permitir una toma de decisiones rápida y poder modificar el curso en función de los resultados.
- Gestionar arremangado, estilo hands-on. El directivo ha de estar en primera línea, trabajando junto a su equipo, y debe luchar contra la inercia organizativa hacia la burocracia.
- Avanzar con compromisos subóptimos. Sería la versión del producto mínimamente viable que evita el perfeccionismo y la parálisis por el análisis.
- No decaer y seguir intentándolo. Musk reconoce el aprecio a la gente que continúa en su empeño incluso después de haberles dicho que no y cuyas empresas son un claro ejemplo de su perseverancia pese a que nada esté garantizado.
Visto con perspectiva, parece que Elon ya viva en Marte. Aquí en la Tierra, las cosas funcionan de otro modo. Tal vez sea porque no trabajamos en el contexto de innovación y competitividad en el que se desenvuelve Musk. O, tal vez, porque en la Tierra muchas veces jugamos al juego inverso. En vez de tratar de ganar, tratamos de no perder. En vez de llegar a algún lado, tratamos de no movernos de donde estamos. Y por eso, en la Tierra, centrifugamos la producción y la responsabilidad, enlentecemos las decisiones, complicamos las organizaciones, huimos de la primera línea y, al menor atisbo de fracaso, dejamos que el proyecto muera.
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