Aunque los distintos documentos suelen coincidir en muchas ocasiones, todos aportan algo novedoso. Nos trazan un dibujo del panorama para la próxima década. Su lectura a veces nos sume en una sensación de vacío y desazón. Cuando los finalizas, miras la realidad del entorno y se te antoja que vamos demasiado retrasados.
La mayoría de informes hacen un llamamiento de forma explícita a la medicina de valor que, además de estar de moda, ayuda a mejorar el sistema sanitario. Sin embargo, cuando uno los lee con visión amplia y cariño, observa que al abordar otros temas también lo hacen desde una perspectiva del valor, aunque sea de una forma algo más implícita.
En este último texto nos advierten de que gran parte de los pacientes que hoy ingresamos en hospitales, en un futuro próximo estarán en su domicilio de una forma más cómoda y segura. ¿Hay alguna medida con mayor valor en medicina que buscar la curación y el bienestar del paciente en un entorno seguro con su familia?
¿Hay alguna medida con mayor valor en medicina que buscar la curación y el bienestar del paciente en un entorno seguro con su familia?
Cuando se refieren al valor específicamente es, casi siempre, para hacer referencia al pago basado en el mismo. Algo demasiado etéreo y poco definido que suele generar bastante recelo en los gestores. Los hace desconfiar de un modelo sin un retorno inmediato.
Una parte importante del documento lo dedican a la tecnología que hará posible el hospital sin paredes. Tecnología que pueda contribuir realmente a una transformación realista y valiosa. Los actores del sector “compran” mejor la idea de la transformación por la tecnología que por el valor. A veces parece que podrían ser antagónicas cuando en realidad han de ir de la mano.
Que el futuro pasa por la tecnología necesita poca argumentación. Según se recoge en el documento Clinician of the future, el 70% de los médicos opinan que las tecnologías de salud digital mejorarán la atención médica y más de la mitad esperan tomar sus decisiones clínicas basadas en herramientas de inteligencia artificial en la próxima década.
La adquisición de datos y su análisis masivo permitirá mejorar la asistencia a los pacientes. A pesar de saber que necesitamos disponer de muchos y buenos datos, se aprecia solo alguna evolución en la integración de los mismos. La historia clínica electrónica es considerada por muchos profesionales como un “repositorio” de documentos más encaminado a la facturación que a la mejora de los resultados en salud. Mi sensación es que tanto los proveedores de servicios sanitarios como los financiadores siguen considerando sus datos como un tesoro inexpugnable e intransferible. En el mejor de los casos, algunos los explotan y consiguen mejoras locales y muy parciales del potencial de estos. Se comportan como silos aislados que ralentizan la evolución.
Esta actitud tan celosa con la información no ha facilitado, salvo honrosas excepciones, alianzas con un sector que cada vez está más involucrado en el cuidado de la salud, las tecnológicas. La falta de acceso a datos ha obligado a estas empresas a buscarlos ofreciendo herramientas gratuitas que convierten al usuario en su materia prima, lo que ha contribuido a que el papel del paciente cambie hacia el papel de consumidor. La evolución natural será que, con esta información, las compañías tecnológicas comercialicen soluciones digitales que acaben siendo necesarias para la toma de decisiones clínicas.
La actitud excesivamente celosa con la información no ha facilitado las alianzas con las empresas tecnológicas. La falta de acceso a datos ha obligado a estas empresas a buscarlos ofreciendo herramientas gratuitas que convierten al usuario en su materia prima.
Nos anuncian que en el futuro los domicilios suplirán al hospital en muchos procesos. Desempeñará un papel importante el empleo de sensores y dispositivos, herramientas tecnológicas que aportarán mucho valor a la asistencia. Esta tecnología en gran parte está desarrollada y actualmente se aplica en otros sectores. Sin embargo, a la vista de la escasez de proyectos en este sentido, parecen ser pocos los proveedores y financiadores sanitarios que se lo creen.
Por qué un modelo de valor cimentado sobre tecnología, que presumiblemente mejora la asistencia, tarda tanto en aplicarse, puede tener muchas explicaciones. Algunas de ellas a mi entender podrían ser:
- La inercia protege el statu quo del personal asistencial. Este se encuentra en su área de confort y prefiere atender a los pacientes de forma tradicional. En muchas ocasiones esgrime excusas que ponen en duda la seguridad o utilidad de herramientas que en gran parte desconoce. Probablemente se necesiten nuevos roles para la asistencia médica digital.
- Necesitamos no solo tecnología sino un cambio de mentalidad. Probablemente más por parte del personal asistencial que de los pacientes. El 86% de los médicos considera que el aumento de los pacientes informados es lo que está propiciando el cambio en los cuidados asistenciales. Las empresas de servicios normalmente luchan por ser pioneras en procesos innovadores de valor. Quieren anteponerse a las preferencias del cliente para fidelizarlo. En sanidad todo va más lento.
- El sistema público presenta elevados índices de obsolescencia tecnológica. Si asociamos esto al lastre que generan una alta actividad asistencial y la ausencia de incentivos, se antoja difícil poder emplear tiempo en el desarrollo de nuevos modelos asistenciales extramuros. Los fondos europeos Next Generation pueden ser una buena oportunidad para iniciar una renovación tecnológica que aporte valor.
- Los proveedores asistenciales privados se quejan de la dificultad para desarrollar modelos no retribuidos por los financiadores, cuando estos además serán los grandes beneficiarios del posible ahorro y bienestar que generarían los mismos.
- Los financiadores privados tampoco parecen tomarse en serio la cuestión. Son pocos los que han hecho una apuesta firme por generar cambios de valor en la asistencia. Los proyectos en este campo suelen ser de corto recorrido y buscan habitualmente una transferencia del riesgo al proveedor. Esto favorece en gran parte que se siga financiando la ausencia de calidad. Parecen no ver que el futuro pasa por la tecnología y el valor, pero en el domicilio. Supone para ellos un cambio de paradigma que les obliga a gestionar procesos asistenciales de su cartera y no solo riesgo o frecuentación.
En sanidad somos lentos para subirnos al tren del futuro. El sector público carece de agilidad para cambios tan disruptivos y el sector privado parece no percibirlos como una ventaja competitiva que a la larga le hará ganar posiciones frente a la competencia. A mi entender, un error. Algo parecido sucedió hace unas décadas. Acreditarse en calidad suponía cambio cultural e inversión económica. No siempre se podía repercutir de forma directa al pagador, pero el que en su día no apostó por ello hoy está fuera del mercado.
Tecnología y valor han de ir de la mano. Ambos se necesitan.
El sector público carece de agilidad para cambios tan disruptivos y el sector privado parece no percibirlo como una ventaja competitiva que a la larga le hará ganar posiciones frente a la competencia. Tecnología y valor han de ir de la mano. Ambos se necesitan.
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