Soledad Delgado
Velo de flor
Hace ya mes y medio que llegué a la Dirección Médica, una trinchera muy diferente a la que estoy acostumbrada. Con todos los miedos e incertidumbres que rondaban mi cabeza en días previos, pero también con la ilusión de empezar una etapa nueva, me dirigí con pasos cortos pero firmes (sin duda, toda una declaración de intenciones) hacia mi nuevo trabajo.
A pesar de tratarse de un ambiente conocido, el cambio de perspectiva hacía que todo tuviera unos matices diferentes y no pude más que dejarme llevar por una sensación vertiginosa que hoy me sigue acompañando. “Esta es tu mesa, este es tu ordenador. ¡Bienvenida!”. Y en ese preciso momento aparecieron el sentimiento de soledad y las grandes dudas: ¿cómo voy a poder hacer frente a todo esto? ¿Realmente estoy preparada? Mentiría si dijera que las respuestas a ambas preguntas fueron positivas.
Ahora empezaba a entender el vértigo: acababa de subirme a un tren en marcha y tenía que adaptarme a su velocidad, a sus tiempos, a sus frenazos y acelerones. No existía un origen ni tampoco un destino, el movimiento ya estaba cuando llegué y seguiría estando cuando ya no estuviera. Pero mientras permaneciera en el tren, mi labor tenía que ser dirigirlo de la mejor forma posible y cuidar de todos los que viajábamos en él.
Algo desconcertada, intentaba desenredar madejas de problemas, apareciendo cada vez que tiraba del hilo nudos y más nudos, como si se tratara de un juego infinito en el que nunca se llegase al final, a la resolución completa del mismo. Me recomendaron que revisara un post de Miguel Ángel Máñez en su blog donde se recogen 101 títulos de libros de aconsejada lectura para profesionales que daban el salto a la gestión sanitaria. Curiosamente, el título que aparecía en primer lugar me llamó la atención, El juego infinito, de Simon Sinek, y rápidamente me hice con él.
Mi mentalidad de urgencias era finita: retos inmediatos que precisaban soluciones rápidas. Tenía que plantearme que mis reglas del juego ya no eran válidas para esta situación. Adoptar una mentalidad infinita suena apasionante, pero ¿cómo alcanzarla? Según Sinek, estos son los cinco principios básicos para conseguirla:
- Promover una causa justa. Tener una visión concreta de un estado futuro que sea tan atractivo que la gente esté dispuesta a hacer sacrificios para avanzar hacia esa visión. La causa justa siempre está a favor de algo, es inclusiva, está orientada al servicio, es resiliente e idealista.
- Construir equipos de confianza en los que podamos sentirnos seguros cuando nos expresemos, sentirnos seguros cuando nos sintamos vulnerables: “La confianza es el almacenaje de pequeños momentos y de vulnerabilidad recíproca en el tiempo” (Brene Brown en su libro Dare to Lead). Por lo tanto, la confianza necesita tiempo.
- Estudiar a los dignos rivales, aquellos otros jugadores dignos de comparación (enemigos, colaboradores, compañeros…), aquellos que tienen algo que nos hace descubrir nuestros puntos débiles y nos empujan a mejorar de forma continua.
- Prepararse para la flexibilidad existencial, es decir, tener capacidad para aplicar cambios con el objetivo de promover la causa justa, disfrutar ante retos nuevos. Es la capacidad de tomar la iniciativa del cambio.
- Demostrar valentía para liderar, asumiendo riesgos por el bien de un futuro desconocido.
Cambiar los tiempos, cambiar los ritmos, cambiar la mentalidad finita para adaptarse a las reglas de este juego infinito son pasos necesarios, no solo para alcanzar el éxito, sino para no caer exhaustos y derrotados nada más comenzar.
“Hoy he llegado al despacho de nuevo, con mi maletín, con una bata y un fonendo en su interior, repitiéndome mentalmente cuál es mi causa justa, cuáles mis debilidades y ante quién mostrarlas. Les he puesto cara a mis dignos rivales (amigos y enemigos) y he decidido flexibilizar mis límites, no para conseguir lo mejor para mí, sino lo mejor para todos. Pasos cortos, pero firmes, en este viaje de riesgos hacia un futuro incierto pero emocionante. Seguimos…”
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