Se ha dicho por activa y por pasiva: de esta crisis saldrá una sociedad diferente, con profundos cambios en sus valores y prácticas. Por lo que al sistema sanitario se refiere, habrá tiempo para analizarlo, ¡una vez amaine la tormenta!, pero los que estamos en el backstage podemos ir allanando el terreno. A continuación, tres propuestas de aspectos que creo se podrían empezar a enmendar.
En primer lugar, el rol de la atención primaria y comunitaria. Lo explica un equipo de médicos del Hospital Papa Giovanni XXIII de Bérgamo, foco del virus en Italia, en un artículo publicado en NEJM. Los sistemas sanitarios occidentales se han construido en torno al mantra de la atención centrada en el paciente, pero en un estado de pandemia este enfoque se tiene que reemplazar por un modelo centrado en la comunidad (véase la interesante iniciativa de introducir community health workers puesta en marcha en el NHS). En nuestro contexto, los equipos de atención primaria han reaccionado ante esta situación reorganizándose con cambios en los equipos de trabajo, adecuando sus servicios y asumiendo nuevas funciones como el soporte al proceso final de vida, entre otras acciones. Aun así, ¿podría el primer nivel de atención ser más protagonista en la gestión de la actual crisis?
Esta situación parece sugerir la necesidad de repensar su orientación enfatizando la esencia comunitaria: la gestión de los problemas de salud mediante una asistencia integral (visión holística), el abordaje de los determinantes más amplios de la salud, es decir, conocer el contexto de la persona mediante lazos de confianza con el profesional, y el fomento de la autonomía de las personas en su entorno cotidiano, de ahí la importancia de la atención en el domicilio. Además de la lista de propuestas discutidas en este blog, se debería reformular el rol de la atención primaria en el soporte a las residencias y centros sociales (punto crítico en la gestión del COVID-19) y poner sobre la mesa la incorporación de instrumentos e incentivos para retener a los pacientes en el primer nivel de atención tal como sucede en otros países europeos. ¡Ábrase la caja de los truenos del modelo de contratación y el sistema de pago!
En segundo lugar, el modelo de hospital que queremos. Los hospitales son organizaciones en las que se concentra conocimiento muy especializado, con acceso a equipamientos de alta tecnología y elevada capacidad de innovación. Estos días están siendo el epicentro del tratamiento a los ciudadanos infectados, poniendo de manifiesto la especificidad de sus recursos y de sus profesionales para dar respuesta al cuadro crítico al que tienen que hacer frente. Se están reinventando a toda velocidad, adaptando la manera de prestar su actividad, tratando a un volumen excepcional de pacientes, aumentando las dotaciones de camas de críticos, maximizando la polivalencia de los profesionales o atendiendo a domicilio, entre otras medidas.
En la vuelta a la normalidad, podría abordarse qué concepto de hospital queremos (dimensión y casuística a tratar), racionalizar el uso de camas hospitalarias y reformular su estructura transitando hacia centros enfocados a atender casos de mayor complejidad (procedimientos de alta tecnología, terapias avanzadas, etc.). La actividad que no sea estrictamente necesario desarrollar en un hospital, mejor realizarla en otro centro menos tecnificado o en el domicilio del paciente. La adaptabilidad que las organizaciones hospitalarias están mostrando ante la actual situación pone de manifiesto que, en circunstancias normales, tienen margen de mejora en la actuación en red con otros dispositivos y para ser más “líquidas”, saliendo de sus paredes y adaptándose a las necesidades de la nueva ciudadanía.
En tercer lugar, la extensión del uso de recursos de atención no presencial. El confinamiento ha demostrado que se pueden evitar algunos desplazamientos prescindibles: una oportunidad perfecta para la telemedicina. ¡Milagro! Herramientas que permiten seguir atendiendo a los ciudadanos y evitar contagios: consultas presenciales reconvertidas en telemáticas, tanto en la atención primaria como en las consultas externas hospitalarias, o trámites que en el año 2020 aún se efectúan mayoritariamente de forma presencial como la gestión de bajas, actualización de medicaciones, etc. Además, esta situación ha sido un revulsivo para los portales digitales de pacientes, como así lo demuestra la extraordinaria promoción del uso de La Meva Salut.
Finalmente hemos llegado al siglo XXI. En cuanto a tecnología, la sociedad va mucho más adelantada que el sistema sanitario. Debemos aprovechar el cambio de hábitos de estos días –del conjunto del sistema, tanto profesionales como usuarios– para evaluar las herramientas utilizadas y fomentar las que sean efectivas. En circunstancias normales, es decir, en ausencia de pandemias, algunos estudios sugieren que las herramientas de salud digital conllevan un ahorro social, también ambiental.
Estos días, los profesionales del sector salud están mostrando una gran capacidad de resiliencia y de trabajo en equipo basado en liderazgos compartidos. Está por ver si de esta saldremos con una sociedad más reforzada, con mayor vínculo social y capacidad de cooperación. En palabras de Robert Putnam, con mayor “capital social”: “Si queremos prosperidad, hemos de empezar a recomponer la estructura de la comunidad". Si queremos un sistema sanitario próspero, hemos de empezar a impulsar con visión comunitaria los cambios latentes que quienes están en primera línea ya están llevando a cabo.
Adjunta a la Dirección de planificación. Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
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